viernes, 28 de enero de 2011

Solo en sueños

-Qué lees?-preguntó él, sin darme tiempo de reaccionar ni oír lo que decía.

Yo, la chica extrovertida, sentí la timidez y nerviosismo de la adolescencia. Son las 8:00- respondí rápidamente mientras sentía que mi cara se ponía de mil colores.

Él sonrío y dijo no, no pregunté la hora, pregunté qué lees.

Reí y levanté la cara, fue ahí cuando por primera vez vi su cara, de niño y hombre a la vez. “Un amor de Swan” -le respondí, mientras sentía que mi lengua se trababa y no tenía ganas de entablar conversación alguna.

-Mira tú- me dijo, también leí esa obra.. me pareció divertida, también me gusta la lectura y leer obras de autores no conocidos.

-Ajá- dije yo, sin ganas de seguir hablando, deseando regresar a la Venecia imaginaria y a la música.

Siguió la conversación, pasamos horas de horas hablando, sentí que lo conocía de antes, que quizás nos conocíamos de una vida anterior o que había soñado alguna vez con él, la timidez que sentí en un primer momento se convirtió en preguntas, risas y una que otra mirada, que confirmaba que nos conocíamos desde antes… afuera oscurecía, el sol se ocultaba y algo me decía que tenía que partir, cogí mi libro y mi celular, me paré y le dije “bueno, es hora de partir”.

Él me miró dulcemente y me dijo vamos, te acompaño. No- dije yo, tengo que caminar para tomar el bus y hace mucho frío. Sí-respondió él, sin vacilar un minuto, vamos.

Caminamos largo rato, sentía la brisa del mar mojar mis cabellos, sentía que era tan liviana que volaba, sentí que lo conocía desde siempre.

Llegó la hora de despedirnos, cogió mi mano y dijo “Siento que te conozco desde siempre pero no recuerdo de dónde”, yo sonreí, no dije que a mí también me pasaba lo mismo.

-“Un gusto conocerte Sebastián”- sonreí.

-“El placer de volvernos a encontrar ha sido mío”- respondió con esa voz tan dulce y armoniosa que parecía que susurraba.

-“Chau, cuídate”-respondí. Él hizo algo que no esperé en ese momento, me tomó de la espalda y me llevó hacía él, me abrazó y susurró “Prométeme que seguiremos encontrándonos en nuestros sueños”.

Reaccioné y recordé de dónde nos conocíamos, los sueños!!! Esos sueños que nunca recordaba pero que siempre dejaban una imagen borrosa sin saber de dónde venían.

-Claro, respondí, nos volveremos a encontrar. Le di un beso en la mejilla y sentí la suavidad de su piel, tan suave que parecía que tocaba una nube.

Respondió con un beso en mi frente, dijo que me cuidará y que no esté triste, que me veía linda cuando sonreía y que nunca dejé de hacerlo.

Subí al bus, nos despedimos con las manos y allá, afuera, la luna llena se apoderaba de las calles y otro sueño más hacía presagiar que nos volveríamos a reencontrar.

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